Cañaveral: Extremadura, de la «Pila Verde de España» a la impositiva «Zona de Sacrificio».

Cuando los ornitólogos británicos descubrieron Extremadura se quedaron maravillados por el esplendor, la extensión y la variedad de su naturaleza. En un solo día de observación se llegaban a contemplar tantas especies distintas de aves como en las islas británicas en un año. Para ellos, que frecuentan Montfragüe y sus sierras y dehesas, Extremadura es el último territorio salvaje de Europa.

Por su capacidad de absorción de CO2 y de regeneración ambiental, Extremadura es para Europa el equivalente a la Amazonia para el mundo, sin embargo los muchos atentados que viene sufriendo no encuentran la contestación merecida, ni en España ni en Europa. En su día las hidroeléctricas, luego las nucleares, ahora las denominadas energías renovables, sobre todo en forma de inmensas calderas de placas solares, y en breve las minas de litio a cielo abierto. Una proyectada para el paraje de Valdeflores, junto a la ciudad de Cáceres, con alguna contestación social y legal y política, y otra, en la magnífica dehesa boyal de Las Navas, del municipio de Cañaveral, que se anuncia inminente y donde la Plataforma NO a la Mina de Cañaveral parece la única voz discordante.

Ya se sabe la capacidad de chantaje de los promotores, prometiendo puestos de trabajo, industrias paralelas, etc… Cuentos de la lechera, porque lo único que parece real es la amenaza de estropear para siempre hasta 7.000 hectáreas de dehesa y miles de encinas, amén de esquilmar los acuíferos, contaminar el medio con balsas de residuos repletas de ácido sulfúrico y clorhídrico; de dejar en el ambiente trazas de minerales radiactivos, como cesio, niobio, tántalo; de contaminar el agua potable, el aire, el ambiente con el polvo tóxico, con las vibraciones y con el ruido; de destruir empleos en la agricultura, la ganadería y el turismo, y de deteriorar el patrimonio arquitectónico y material de una zona que forma parte de importantes recorridos faunísticos y de circuitos culturales.

Extremadura se convierte así, una vez más, en la “zona de sacrificio”, una injusticia y un sarcasmo histórico, porque Extremadura lleva siendo zona de sacrificio gran parte de su historia, hasta el punto de perder en su día hasta una tercera parte de su población, o de mantenerse en el último lugar de las comunidades autónomas en renta por habitante un año tras otro.

Los promotores de la mina de Cañaveral basan su estrategia, además de en la cantidad de mineral, que puede ser escasa para el esfuerzo extractor desarrollado, a que esperan poca contestación social, porque la densidad de población es baja, envejecida y con mucho paro, y porque no se esperan movilizaciones.

No se espera oposición ni siquiera de los principales partidos de izquierdas, entregados al discurso de la creación de empleo, cuando saben que a medio plazo el empleo será mínimo y cualificado, por lo tanto no para gente de la zona; y dispuestos a mirar para el lado contrario de la carretera cuando pasan al lado de los gigantescos huertos solares, o a ignorar las montañas de tierra y el cráter allí donde había majestuosas encinas.

Puede que Extremadura sea la “pila verde de España”, como titulaba un reciente reportaje periodístico, pero no es admisible que sea a costa de ser “zona de sacrificio”; es un dilema ético que no se debe permitir, porque si la destrucción no se para, a la larga la minería extractiva terminará para siempre con el último territorio salvaje de Europa.

 

Carta a la directora del Periódico Hoy


Fuente: No a la mina de Cañaveral

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