[Portugal] La falacia de la democracia representativa

Los actos electorales en las llamadas democracias representativas no son más que un ritual destinado a legitimar el poder de los que dicen ser representantes de la voluntad popular. Por ello, merecen una reflexión por parte de quienes creen que sólo la democracia directa es capaz de responder a las expectativas de los ciudadanos y frenar el crecimiento de la extrema derecha.

Independientemente de su posición en el espectro partidista, los representantes de las distintas organizaciones políticas tradicionales que periódicamente se someten al sufragio electoral no son más que piezas en un intrincado juego de intereses en el que existe un enorme espacio de confluencia que bloquea la proximidad a los ciudadanos, impidiendo así la creación de sociedades donde la igualdad sea la tónica dominante.

Es cierto que esta situación no sorprende a quienes, siendo defensores de una cultura política libertaria anclada en un sentido ideológico o incluso antropológico que, según João Freire, «la filosofía política del anarquismo también contenía, además de la pasión por la Libertad» (1), rechazan esta praxis en la que se mezclan el Estado y el mercado porque forman parte de un rompecabezas que tiende a eternizar el capitalismo a través de un conjunto de mecanismos represivos que restringen la participación de los ciudadanos en la vida política y en la transformación social de las comunidades donde viven.

En la jerga política de la actualidad, es raro que no escuchemos o leamos expresiones como «democracia liberal» en contraposición a «democracia antiliberal», extremismo, radicalismo (que en el contexto político no tienen el mismo significado) o incluso, y quizás con más frecuencia en los últimos años, «populismo» para calificar el vertiginoso ascenso de la extrema derecha, que ha ido ganando cada vez más expresión en muchos países. Y señalan el «centro» como el camino a seguir, definido como un espacio de moderación y tolerancia y, por tanto, el que debería ser elegido por todos, o al menos por los que piensan con sensatez.

Libertad sin tutela

Llegados a este punto, en el que nada parece estar bien, sólo podemos seguir el camino de las piedras, con resignación, porque vivimos en tiempos extraños y difíciles en los que la única certeza de hoy es la incertidumbre de mañana. Todo lo demás hay que silenciarlo o lamentarlo y no faltan vigilantes que nos indiquen el camino a seguir, aunque esté lleno de obstáculos y trampillas.

En este contexto, y sin desconocer lo que la Historia ya nos ha enseñado, es necesario afirmar sin temor ni vacilación la indispensabilidad de abrir otros horizontes capaces de liberarnos del pantano de los consensos manufacturados para emprender así un camino radicalmente distinto que nos conduzca a una libertad sin tutelas, organizados sobre la base de la responsabilidad colectiva sin fundamentos jerárquicos, las venas de las que a lo largo de los siglos nacieron y se reprodujeron las múltiples capas de poder, que sirvieron como armas para imponer la dominación del fuerte sobre el débil.

Conociendo la imperfección de la naturaleza humana, sus condicionamientos y muchas veces su apetito por someter al otro, es por tanto imprescindible, y sin ninguna tentación doctrinal, volver a animar el debate político para combatir la desideologización y desmontar la mentira que circula para convencernos de que la lucha de clases ya no tiene sentido, dejando las aspiraciones de los trabajadores a merced de los sindicatos neocorporativos atados a los intereses de los consejos de administración de los partidos que los comandan.

Siguiendo la estela de un viejo proverbio somalí que dice «ser visible o estar ausente», el anarquismo tendrá que romper el espeso manto de niebla que le ha retirado la visibilidad para dejar de ser visto como una excentricidad irrealizable o incluso peligrosa por el mero hecho de no verse en el sistema político actual, no por moda ni por oportunismo, sino porque cree en la construcción de una sociedad en la que los lazos de reparto, solidaridad y ayuda mutua sean vectores fundamentales para que nadie pierda su dignidad.

La estrategia camaleónica del capitalismo

En el libro «Anarquismo y otros ensayos», (Letra Livre y La edición de la Batalla, 2020) Emma Goldman escribe: «el representante de una idea revolucionaria se encuentra entre dos fuegos: por un lado, la persecución de los poderes existentes, que le hacen responsable de todos los actos derivados de las condiciones sociales; y por otro, la incomprensión de sus propios seguidores, que a menudo juzgan toda su actividad desde un punto de vista estrecho.»

La anarquista y feminista nacida en Kvno (actual Lituania), añade: «En este sentido ocurre que el agitador se encuentra completamente solo en medio de la multitud que le rodea.

La lucha es y será siempre el resultado de una conciencia colectiva insatisfecha con los discursos de ocasión y con las mistificaciones destinadas a enmascarar una evidencia: la democracia representativa es una falacia, y «la organización de la sociedad, su contenido» no «apunta a una meta de convivencia social en la que la igualdad y la libertad sean los rasgos dominantes», como afirmaba el filósofo Jean-Jacques Rosseau en el célebre ensayo «El contrato social».

La Unión Libertaria cree en la democracia directa, la única vía capaz de superar las limitaciones castrantes, ya sean de carácter político, social o cultural, para que un día seamos verdaderamente libres.


(1) – «Ensayo: Razones y sinrazones para el anarquismo», João Freire, revista A Ideia, noviembre de 2020


Fuente: http://uniaolibertaria.pt/falacia-da-democracia-representativa/?i=3&fbclid=IwAR2GMieJ30RTPpDyMfJgPX-bnvw9D3fyVkyFopwlBbPwGhJ_14r-uznMuH0

Traducimos éste artículo del Portugues extraído de: https://noticiasanarquistas.noblogs.org/post/2022/02/02/portugal-a-falacia-da-democracia-representativa/

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