Repoblar o rehabitar el mundo rural
La crisis de la Covidien-19 y la estructural del capitalismo han disparado el interés por el mundo rural. El artículo alerta de los peligros de un forestación «como divisa de negocios» y defiende una «re-ruralización del campo» con gente que quiera vivir en la tierra y de la tierra
Los dolores de los prados son los lamentos de un mundo que agoniza *
De un tiempo a esta parte, como discurso, va ganando terreno el propósito de repoblar el mundo rural, y más cuando desde los rincones abandonados se empiezan a alzar voces reivindicativas. Se habla de la España Vacía, vaciada, Y más tardío, y poco a poco, también se empieza a hablar de la Cataluña vaciada. Con todo ello, la Generalitat anuncia, para poco antes del próximo febrero, una prueba piloto de ayudas para rehabilitar viviendas en desuso en los micropueblos rurales; de entrada veinte municipios de un total estimado de 372 se podrán beneficiar y la primera partida inversora será de un total de dos millones de euros. Todo llega con gran retraso y con un exiguo o testimonial presupuesto. Sin embargo, algunos colectivos ya llevan años volviendo a poner los pies en la tierra como práctica colectiva: han sido experiencias truncadas y amenazadas, precisamente por los que desde el ejercicio del poder (estatal, autonómico, municipal, y de todos los colores) ahora empiezan a llenarse la boca de buenas intenciones. En el recuerdo, entre otros, quedan Sasé, Can Piella … Aunque sigue en pie Fraguas, también Kan Pasqual y Can Masdeu que perduran en Collserola. Y los más recientes que toman el relevo y relanzan el empuje, como en el Lluçanès, el Puig dels Eixuts.
La doble pandemia, la sanitaria de la Covid-19, pero también y sobre todo la estructural del capitalismo, han disparado este interés, ahora crematístico, por el mundo rural. Es el no man ‘s land: Todo trocito de tierra debe sucumbir a la mercantilización, previa privatización y asistencia estatal; lo que podríamos denominar el capitalismo asistido y la defenestración del estado del bienestar. Los propietarios contentos, ya que lo que no dejen caer al suelo convirtiéndolo en ruinas podrá ser vendido o alquilado a un precio de mercado al alza y especulativo, y las inmobiliarias al acecho: llenamos ahora de profesionales los rincones más o menos bucólicos (la dicha transición ecológica) y les hacemos llegar la fibra óptica (la venerada revolución digital, si bien con sus grietas) para el bienvenido teletrabajo de algunos, que otros, más precarios, ya les harán faenas para reconvertir pastos en jardines y encargarse del mantenimiento de la «nueva vivienda» y de tantas tareas como sea necesario … Todo apunta a que la extrema periferia rural, alejada de la metrópolis, va camino de convertirse, a todos los efectos, en una especie de extrarradio como barrio dormitorio de una cierta élite, con la caseta y el huerto (o, más bien, el jardín) al alcance de pocos , complementario a la aceleración y proliferación de segundas residencias ya la incentivación estacional del turismo rural y sus rutas verdes.
Todo apunta a que la extrema periferia rural, alejada de la metrópolis, va camino de convertirse, a todos los efectos, en una especie de extrarradio como barrio dormitorio de una cierta élite, con la caseta y el huerto ( o, más bien, el jardín)
Y es que estamos aquí: el proceso de urbanización capitalista procura «inyectar» riqueza en sus centros (las metrópolis) mientras «eyecta» pobreza en sus periferias, o las hace cautivas de sus tentáculos. Lo que denominan ordenación territorial, o territorio y sostenibilidad, no deja de ser un desbarajuste o más bien una aplicación de las lógicas territoriales del mundo y de la civilización capitalista, pues detrás de toda articulación territorial hay razones sociales: la de los desequilibrios territoriales y la acentuación y cronificación de las desigualdades sociales. Tan sencillo como entender que no hay desarrollo de algunas áreas sin subdesarrollo (expoliación) de otras, ni Nortes sin Surs, ni centros sin periferias. Así al mundo rural, aunque se puede vender como «territorio amable, resort de salud», le caen encima todas las infraestructuras que demandan las metrópolis: desde MATs a prisiones, vertederos, centrales nucleares, polígonos, circuitos de carreras, parques temáticos, el negocio del oro blanco –el esquí-, y todo lo que conlleva la industria del entretenimiento de masas…, y también, por supuesto, todas las nocividades de la agroindustria.
Si se consiguiera una mínima remontada (o al menos una frenada) del despoblamiento en el ámbito rural, seguro que desde las instituciones se hablaría de revitalización, de reequilibrio o de cohesión territorial. Si bien obviarán que, con las dinámicas impulsadas, la desagrarización no dejará de agudizarse: todavía menos población activa en el sector primario con unos salarios y rentas bajo mínimos, y más beneficiarios de sofá de las subvenciones de la PAC, más pérdida de la superficie agraria útil (e incremento de las áreas boscosas descuidadas), más acaparamiento entre pocos de las tierras, más “masías” y casas en ruinas y más escasez de alquileres, más caros y con la expulsión de masoveros; más agroindustria petrolera y química controlada por grandes empresas multinacionales distribuidoras, más residuos tóxicos en la tierra e incremento desmesurado del extractivismo … Y menos,mucha menos, vida y cultura rural arraigada en la tierra.
No basta con la repoblación como divisa de negocios; esto, más bien, representaría la agonía definitiva del campo, la última depredación tanto de su hábitat como de sus habitantes por parte del tsunami urbanizador
No basta con la repoblación como divisa de negocios; esto, más bien, representaría la agonía definitiva del campo, la última depredación tanto de su hábitat como de sus habitantes por parte del tsunami urbanizador. Si compartimos que no hay paisaje sin «paisanaje», lo que se precisa es una re-ruralización del campo, del mundo rural. Y esto implica rehabitar la tierra, por gente que quiera vivir en la tierra y de la tierra. Y persistir en unas mínimas premisas: cuidadosa custodia integral del territorio, práctica y extensión de la agroecología de hoy (o la agricultura tradicional anterior a la revolución verde). En definitiva, preservar y actualizar lo comunal, la cultura de los bienes comunes.
* En recuerdo a Dolores Prat, luchadora libertaria nacida en Ripoll en 1905. De pie por un mundo rural vivo, de su nombre hacemos nacer este lamento.
Extraído de https://directa.cat/repoblar-o-rehabitar-el-mon-rural/
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