· La organización ecologista presenta un informe sobre el estado del reciclaje de metales en España.
· El estudio señala que, por falta de sensibilidad ambiental, apenas se reciclan la mayoría de los metales denominados críticos para el desarrollo de la transición energética. Muchos de ellos tienen una tasa de recuperación nula o próxima a cero.
· Ecologistas en Acción resalta que la cantidad de metales como el cobre o el oro contenida en el stock nacional de baterías, vehículos y aparatos eléctricos supera a la demanda estatal prevista para la fabricación de las tecnologías de transición con un 5.814 % en el caso del cobre y 137 % en relación al oro.
· Según el informe, la concentración con la que se encuentran presentes algunos elementos en residuos tecnológicos es mucho más elevada que la concentración de los yacimientos minerales. En el caso de un teléfono móvil inteligente, el oro se encuentra 100 veces más concentrado que en las minas de mayor ley.
La creciente demanda de metales ha llevado a iniciar multitud de nuevos proyectos mineros en todo el mundo. En buena medida, ese aumento de la extracción primaria se justifica por la necesidad de proporcionar los materiales necesarios para la electrificación y descarbonización de la sociedad, pero raramente se considera cómo esa misma extracción primaria está generando nuevos y mayores problemas ambientales que se suman al que se pretende solucionar, la crisis climática global.
Las actuales políticas de transición ecológica están centradas en la sustitución tecnológica, en la generación de electricidad y en la movilidad. Esto hace que la demanda prevista de los minerales requeridos para la fabricación de estas tecnologías se multiplique en los próximos años. El Banco Mundial (2021) prevé que la demanda de litio y cobalto aumente en un 500 % entre 2018 y 2050 y la de níquel en un 100 %. Para el cobre se prevé extraer tanto en los próximos 30 años como en los 7.000 anteriores.
Minería urbana frente al extractivismo
Como reconocía la Comunicación de la Comisión Europea de septiembre de 2020, el porcentaje de la demanda total satisfecha a partir de metales secundarios, para elementos como el niobio, indio, litio, tantalio, berilio, disprosio, galio, hafnio y escandio, entre otros, es del 0 %.
Frente a los nuevos proyectos de minería de cobre propuestos en la Faja Pirítica Ibérica (incluyendo la reapertura de Aznalcóllar), en Extremadura (Alconchel) o en Galicia (Touro), o los proyectos de minería de oro de Salave (Asturias) o Corcoesto (Galicia), la investigación realizada en este informe concluye que la cantidad a reciclar de estos metales, contenida en el stock nacional de baterías, vehículos y aparatos eléctricos y electrónicos (AEE), supera a la demanda estatal prevista para la fabricación de las tecnologías de transición analizadas, con un 5.814,3 % en el caso del cobre y 137,5 % en relación al oro.
La concentración de algunos elementos en residuos tecnológicos es mucho más elevada que la concentración en los yacimientos minerales. En el caso de un teléfono móvil inteligente, el oro se encuentra 100 veces más concentrado que en las minas de mayor ley.
Los importantes daños ambientales que genera la minería
En el informe se comparan los impactos entre la extracción y procesado de metales procedentes de la minería convencional con los metales recuperados o secundarios. Se revela de forma clara cómo los bajos precios de la minería ocultan los impactos negativos que tiene esta actividad sobre los territorios y las comunidades en las que se desarrolla.
En la UE, los residuos mineros ya son la segunda principal fuente de residuos. Generan entre el 25 % y el 30 % del total. En las explotaciones de metales como el oro o la plata, más del 99,9 % de lo que se extrae acaba convirtiéndose en residuos. Para el caso del cobre, la producción de una tonelada de metal genera 110 toneladas de lodos y 200 toneladas de estériles de escombrera. Cada año se extraen unos 150.000 millones de toneladas de rocas que generan, entre otros residuos, 13.000 millones de toneladas de lodos.
Necesidad de políticas industriales a favor del reciclaje
Es necesaria una política industrial que establezca la creación de empresas públicas y una planificación de las capacidades de reciclaje futuras. Cuestiones como el desensamblaje y separación de componentes son muy intensivas en mano de obra, pero hacen posible maximizar la recuperación. Considerando apenas el valor en metales preciosos (oro, plata, cobre, platino, paladio, rutenio, rodio, iridio y osmio) y materiales críticos (cobalto, paladio, indio, germanio, bismuto y antimonio) contenidos en los RAEE generados en 2019, su extracción secundaria generaría 50.000 millones de euros.
Por ese motivo, es importante el desarrollo de medidas como condicionar la extracción primaria de metales a la recuperación secundaria o el impulso de soluciones innovadoras de recuperación de metales.
Los efectos positivos del reciclaje de metales
Los efectos positivos de la obtención de metales a partir del reciclaje frente a su obtención a partir de minerales procedentes de la extracción incluyen, en primer lugar, la reducción de la presión minera, con los problemas ambientales que esta implica. Por ejemplo, reciclando una tonelada de acero se evita la extracción de 1,4 toneladas de mineral de hierro y una cantidad similar de “estériles” sin valor económico, que se descartan como residuo en escombreras. En términos de afectaciones hídricas, el acero reciclado supone reducciones en la contaminación de las aguas del 76 % y de consumo de agua en un 40 %.
Por otro lado, al frenar o impedir la incineración, depósito en vertedero o abandono de metales con potencial de provocar daños ambientales, supone de por sí una externalidad positiva en términos sociales y ambientales.
Impulso para el cambio
Las décadas que hay por delante son fundamentales para llevar a cabo una transición ecológica que transforme estructuralmente nuestras sociedades. Esta transición va mucho más allá de una mera sustitución tecnológica. Una gran cantidad de estos minerales ya está llegando a los cauces oficiales de gestión y tratamiento de residuos. Es necesario un impulso que permita sistematizar su reciclaje y aprovechamiento.
Las opciones que se presentan en este informe no son triviales. Supon
en, junto con la imperiosa necesidad de reducir nuestra huella material ajustando nuestras sociedades a los límites planetarios, una disyuntiva entre los dos horizontes dispares que se nos presentan: Gaia o Thanatia.
Gaia nos remite al complejo sistema de interacciones biofísicas que permite a la Tierra continuar sosteniendo formas de vida complejas (como la de nuestra especie) en su superficie. Thanatia, por el contrario, es una Tierra hipotética en la que los combustibles fósiles se habrían consumido y todos los materiales concentrados se habrían extraído. Este escenario no se plantea en términos de tiempos geológicos, sino para un plazo relativamente corto, de algunas generaciones.
Considerar seriamente las recomendaciones y propuestas de este informe no es apenas una opción deseable desde el punto de vista ambiental y ético. Es una cuestión de supervivencia. Cuanto antes abandonemos los mitos del desacoplamiento entre crecimiento e impactos ambientales y de la propia posibilidad de un crecimiento perpetuo, antes podremos poner freno a la acelerada marcha colectiva que el Norte global ha emprendido hacia Thanatia.
Podemos seguir pensando que los crecientes problemas sociales y ambientales que hemos creado se resolverán por sí solos si conseguimos aumentar más y más el ritmo de extracción y destrucción, enterrándonos en un hoyo cada vez más hondo, o admitir que el sistema económico y social dominante basado en el crecimiento y en el beneficio particular está provocando impactos medioambientales irreversibles que amenazan la biosfera y la propia existencia humana.
El presente informe evidencia el error descomunal que supone pensar nuestra demanda de metales desde un paradigma extractivista, ignorando por completo las negatividades que esto genera y obviando la necesidad y obligación de responder ante las generaciones presentes y futuras por cada gramo de metal que extraemos y dispersamos sin posibilidad de recuperación futura.
Las propuestas que incluye deberían convertirse en un programa de acción transversal que revierta el modo en el que se gestiona ese recurso limitado y ambiental y socialmente costoso que son los metales. Ese nuevo modo, basado en la gestión democrática de los recursos, debe empezar a considerar seriamente la necesidad de dejar los minerales en el subsuelo (y los fondos marinos) precisamente para evitar las graves consecuencias ambientales que supondría extraer las descomunales cantidades de metales que las proyecciones de demanda presentan.
Thanatia se divisa más cerca cada día que mantenemos una economía planificada por y para unos pocos. No hay retorno de Thanatia. Para enderezar el rumbo cara a Gaia necesitamos un sistema económico que gravite sobre la vida y el bien común.
Desde el Área de Minería de Ecologistas en Acción queremos ofrecer este informe para su consideración en un momento en el que se está produciendo un boom de nuevos proyectos de minería metálica tanto en España como en todo el mundo.
En base a los datos que presenta, invitamos a reflexionar sobre la conveniencia de abrir más y más minas que arrojan metales a un ritmo desenfrenado hacia el pozo sin fondo de nuestras sociedades de consumo. Esperamos que este informe ayude a sacarnos de una parálisis mórbida que nos ha llevado a relegar la recuperación y reciclaje de metales a la marginalidad en el metabolismo económico, para resituar a los metales secundarios en el centro de la gobernanza de los recursos.